Durante el Festival de Cine de Cannes, una de las escenas más comentadas no fue parte de la pantalla, sino del teatro mismo: Alexander Skarsgård, enfundado en cuero, besó a Pedro Pascal mientras el público aplaudía de pie durante siete minutos tras el estreno de Pillion, una cinta que no teme adentrarse en los terrenos más intensos del deseo y la sumisión. De hecho, este gesto se convirtió en una de las imágenes virales del certamen, reflejando el entusiasmo por una película que pone en el centro un romance queer cargado de erotismo y conflicto emocional.
En paralelo, la cinta —dirigida por Harry Lighton y basada en la novela Box Hill de Adam Mars-Jones— introduce a Colin, un joven introvertido interpretado por Harry Melling, quien encuentra una nueva forma de vivir cuando Ray, el carismático líder de un club de motociclistas, lo integra a una comunidad kink donde las reglas del juego desafían cualquier estructura convencional. Sin embargo, a medida que Colin se adentra en este universo lleno de normas, misterio y placer, comienza a cuestionarse si esa entrega total lo libera o simplemente cambia de prisión.
La crítica no tardó en aplaudir el trabajo de Skarsgård, cuya interpretación de Ray ha sido descrita como intensa y perfectamente calibrada, transmitiendo poder físico y emocional a partes iguales. A la vez, los medios subrayan la evolución de Colin como eje narrativo, con The Guardian destacando cómo el personaje se transforma a través del amor, el dolor y la elección. La relación entre ambos personajes, según The Hollywood Reporter, cobra fuerza cuando las dinámicas de poder empiezan a tambalearse y el deseo se vuelve recíproco pero no necesariamente equitativo.
Además, Cannes este año ha sido terreno fértil para historias queer: junto a Pillion, títulos como The History of Sound, con Josh O’Connor y Paul Mescal, y The Chronology of Water, el esperado debut de Kristen Stewart como directora, confirman que el deseo y la diversidad tienen un lugar cada vez más visible en el cine internacional.