Navalny, quien se hizo famoso al denunciar la corrupción en la elite de Putin, se convirtió en un símbolo de la resistencia contra el régimen. Y es que su muerte deja un vacío en la oposición rusa, justo cuando Putin se prepara para una reelección que lo mantendrá en el poder hasta al menos 2030.
La noticia ha generado reacciones a nivel internacional, con líderes occidentales rindiendo homenaje a la valentía de Navalny como defensor de la libertad. Sin embargo, algunos acusan al Kremlin de su muerte y exigen que Putin rinda cuentas, tal como lo hizo la esposa de Navalny, Yulia, expresó su escepticismo ante la versión oficial y afirmó que Putin y su gobierno «mienten incesantemente».
Este trágico suceso se suma a la reciente prohibición del movimiento LGBTQ+ en Rusia, declarado como «organización extremista» por el Tribunal Supremo. La drástica medida, impulsada por el Ministerio de Justicia, prohíbe todas sus actividades en el país y genera un clima de miedo entre la comunidad LGBTQ+. Activistas denuncian una «represión real» y afirman que la gente está emigrando urgentemente, describiendo la situación como una «evacuación».
Así, la situación en Rusia refleja un preocupante retroceso en términos de derechos humanos y libertades civiles, con el Kremlin tildando «extremista» a cualquiera que disienta. Estos eventos ponen de manifiesto la urgencia de un cambio y la necesidad de un mayor apoyo internacional para proteger los derechos fundamentales y la diversidad en la sociedad rusa.
