Matrimonios forzados empujan a jóvenes al suicidio en Afganistán

El suicidio de Abida, una joven afgana de 20 años que se prendió fuego tras ser obligada a casarse con un combatiente talibán, ha vuelto a exponer la brutal opresión que viven las mujeres bajo el régimen islamista. A pesar de que las autoridades de facto no han confirmado oficialmente su muerte, activistas por los derechos humanos han difundido su caso con fotografías y testimonios, exigiendo justicia y verdad.

Mientras tanto, en otra provincia, se conoció el caso de Fawzia, también de 20 años, quien tomó la misma decisión desesperada. En su intento por evitar un matrimonio forzado, pidió ayuda a las autoridades locales y a organizaciones de derechos humanos, pero nadie la protegió. Este tipo de hechos, lejos de ser aislados, representan un patrón alarmante de violencia de género institucionalizada en Afganistán.

Desde la llegada al poder de los talibanes en agosto de 2021, los derechos de las mujeres se han visto cercenados sistemáticamente: se les ha prohibido estudiar, trabajar o desplazarse libremente. Por ello, los matrimonios forzados se han convertido no solo en una práctica habitual, sino en una herramienta de control social impuesta por el régimen.

Mina Rafiq, activista feminista, declaró que Abida y Fawzia no son excepciones, sino rostros de una realidad insoportable: “Las mujeres en Afganistán no olvidamos ni perdonamos”, afirmó. De igual forma, Gol Chehra Yaftali denunció que muchas niñas “arden en silencio cada día”, víctimas de promesas vacías y violencia estructural.

Frente a estos casos, el relator especial de la ONU, Richard Bennett, expresó su consternación y pidió una investigación independiente, señalando la necesidad urgente de brindar apoyo en salud mental y mecanismos reales de protección. Sin embargo, las autoridades talibanas continúan justificando estas prácticas bajo el pretexto de respetar valores culturales y religiosos.

A nivel internacional, la indignación crece. Gobiernos y organizaciones humanitarias exigen el fin de los matrimonios forzados y condenan el retroceso de derechos que enfrentan mujeres y niñas, mientras la comunidad global observa con horror cómo sus vidas se convierten en moneda de cambio dentro de una lógica de poder patriarcal y extremista.

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