¿Has notado cuentas en X que publican sin sentido? ¿O en plena discusión, tu interlocutor mezcla argumentos de otras conversaciones, evidenciando que participa en múltiples debates simultáneamente, como si fuera su trabajo? En los últimos años, la proliferación de los llamados “bots” en el ámbito digital ha crecido exponencialmente, generando un intenso debate sobre la autenticidad de las interacciones en línea. La llamada «teoría del Internet muerto» plantea que una parte considerable del contenido en redes y plataformas es generado por algoritmos y bots en lugar de usuarios reales. Aunque en un principio fue considerada una conspiración, esta idea ha cobrado fuerza a medida que emergen pruebas sobre la automatización de tendencias y narrativas, utilizadas—principalmente—para influir en el debate público y generar una falsa sensación de consenso en temas polémicos.
Las redes sociales han sido el epicentro de esta transformación. Plataformas como Facebook, Instagram y TikTok están repletas de publicaciones cuyo origen es difícil de rastrear, muchas veces potenciadas por inteligencia artificial o usuarios pagados para maximizar la interacción. Ejemplos como las imágenes virales de «Jesús camarón» muestran cómo el absurdo puede convertirse en tendencia, impulsado por sistemas que identifican patrones de interés y los amplifican sin una intervención humana real.
El problema se agudiza cuando esta automatización no solo genera contenido lúdico, sino que también influye en la opinión pública. Investigaciones han revelado que redes de bots han sido utilizadas para distorsionar el debate público, amplificando noticias falsas o manipulando discursos políticos. En casos documentados, miles de cuentas automatizadas han contribuido a la difusión de información engañosa tras eventos políticos o sociales de gran relevancia.
El Odíometro, una herramienta de inteligencia artificial desarrollada en Chile por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, ha sido clave para identificar la violencia digital. Esta tecnología monitorea el discurso de odio en redes sociales y ha detectado cómo ciertos actores con influencia en el espacio digital organizan ataques coordinados. Los datos recopilados muestran que miles de cuentas operan de forma sincronizada para generar una percepción de consenso en temas polémicos.
Mientras que algunas plataformas han comenzado a tomar medidas contra la proliferación de bots, el problema persiste. La economía digital depende en gran parte del engagement, lo que incentiva la creación de contenido automatizado para aumentar la participación de los usuarios, incluso si esa participación no es del todo humana. Empresas como X han propuesto estrategias para limitar las cuentas falsas, incluyendo la implementación de pagos para nuevos usuarios, aunque los resultados de estas iniciativas siguen en evaluación.
El impacto de esta tendencia no se limita al ámbito político o informativo. En el sector comercial, los bots también han cambiado la dinámica del mercado digital. Desde reseñas falsas hasta compras automatizadas de productos de edición limitada, la inteligencia artificial ha reconfigurado la relación entre consumidores y empresas.
En este escenario, la gran pregunta es cómo recuperar la autenticidad en un entorno cada vez más dominado por la automatización. La tecnología, que alguna vez se vio como un puente para conectar a las personas, hoy también funciona como un filtro que modula y direcciona esas conexiones. Para los usuarios, esto supone el reto de navegar en un espacio donde la línea entre lo real y lo artificial es cada vez más difusa.