Grupo de Telegram Alemán: 70.000 miembros facilitan abusos bajo narcóticos

Una reciente investigación alemana ha destapado la existencia de grupos en Telegram donde miles de hombres comparten consejos para drogar y abusar sexualmente de mujeres. El trabajo, llevado a cabo por las periodistas Isabel Beer e Isabel Ströh del medio ARD y su equipo STRG_F, expone cómo estas comunidades no solo intercambian métodos, sino también imágenes y videos de los ataques. Además, los chats incluyen enlaces a tiendas donde se pueden adquirir narcóticos disfrazados de productos de belleza.

Durante más de un año, las reporteras lograron infiltrarse en estos grupos, algunos con más de 70.000 participantes de diferentes países. En este contexto, descubrieron que las víctimas no siempre eran desconocidas. Por el contrario, muchas veces se trataba de mujeres cercanas a los agresores, como parejas, hermanas o incluso sus propias madres.

La investigación ha obligado a Telegram a reaccionar. En un comunicado citado por The Telegraph, la empresa aseguró tener una política de “tolerancia cero” hacia el uso indebido de su plataforma. Prometieron bloquear a quienes participen en estas actividades, aunque por otro lado, queda claro que las acciones tomadas hasta ahora son insuficientes. Los grupos desactivados suelen ser rápidamente reemplazados por nuevos enlaces de acceso, perpetuando esta red de violencia.

En paralelo, las autoridades alemanas han intensificado la presión para que Telegram colabore en casos de terrorismo y abuso sexual infantil. Sin embargo, las críticas persisten. Pavel Durov, fundador de la plataforma, fue arrestado recientemente en Francia acusado de facilitar la distribución de material relacionado con abuso sexual y tráfico de drogas.

Este escándalo surge en un momento de creciente atención hacia la violencia sexual. La misma semana en que se publicaron los hallazgos, un tribunal francés condenó a Dominique Pelicot a 20 años de prisión por drogar a su esposa Gisele y facilitar que decenas de hombres la violaran durante años. Esto evidencia, una vez más, la gravedad del abuso sexual en línea y la urgente necesidad de una regulación más estricta en las plataformas tecnológicas.

El caso no solo pone en foco la atrocidad de estos crímenes, sino también la falta de control en redes como Telegram. Mientras tanto, activistas y organizaciones feministas exigen medidas contundentes para prevenir la proliferación de estas prácticas. De igual manera, se hace un llamado a priorizar políticas que garanticen la seguridad y dignidad de las mujeres en los espacios digitales. Este episodio subraya la responsabilidad compartida entre usuarios, gobiernos y empresas tecnológicas para combatir el abuso. Al fin y al cabo, la lucha contra la violencia de género no puede quedar relegada ni al anonimato de los perpetradores ni a la negligencia de quienes facilitan su accionar.

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