El juicio que enfrenta a Dominique Pélicot y a otros 50 hombres en Aviñón ha causado una profunda conmoción en Francia. Pélicot, de 73 años, está acusado de drogar a su esposa, Gisèle, para que fuera violada por decenas de desconocidos durante casi una década. Entre julio de 2011 y octubre de 2020, Pélicot organizó sistemáticamente estos abusos en su hogar en Mazan, al sur del país, mientras grababa las violaciones.
El caso salió a la luz en 2020 cuando Pélicot fue detenido en un centro comercial por filmar a mujeres sin su consentimiento. Al revisar sus dispositivos electrónicos, la policía encontró miles de fotos y videos que documentaban los abusos a su esposa, lo que desató una investigación que sacudió al país. Gisèle, de 72 años, no era consciente de lo que sucedía, ya que su esposo la mantenía sedada con ansiolíticos y somníferos antes de que los agresores, reclutados a través de chats, entraran en su casa.
El juicio, que ha acaparado la atención mediática, cuenta con la participación de 50 de los 83 hombres que participaron en los crímenes. Los acusados provienen de distintos estratos sociales: obreros, periodistas, bomberos y militares, lo que ha sorprendido aún más a la opinión pública, al demostrar que no existe un perfil único de los abusadores. Además, algunos de estos hombres aseguran haber creído que Gisèle era cómplice o que los abusos formaban parte de una fantasía consensuada, algo que la Fiscalía francesa ha rechazado contundentemente.
Gisèle, ahora consciente de lo ocurrido, ha insistido en que el juicio sea público, exigiendo justicia y visibilidad para las víctimas de este tipo de abusos. Su objetivo es que los rostros de los agresores sean conocidos, en lugar de exponer su propio sufrimiento. «Ellos usaron mi cuerpo inconsciente, ahora deben enfrentarse a la verdad», declaró en una de las audiencias.
El modus operandi de Pélicot era meticuloso: contactaba a los agresores a través de un grupo de chat llamado «Sin su consentimiento», donde les daba instrucciones para no despertar a Gisèle, como calentar las manos o evitar el uso de perfumes. Estos detalles reflejan el nivel de perversión detrás de los actos, que según los expertos, obedecían más a un deseo de control y voyeurismo que a un trastorno mental clínico.
Este juicio también ha reabierto el debate en Francia sobre el uso de drogas para facilitar agresiones sexuales, lo que se conoce como sumisión química. La diputada Sandrine Josso, quien encabeza una comisión parlamentaria sobre este tema, ha señalado que el caso de Gisèle es un punto de inflexión que obliga al país a revisar sus leyes sobre consentimiento.
Por otro lado, el impacto psicológico en Gisèle ha sido devastador. Diagnósticos de enfermedades de transmisión sexual, junto con un cuadro de estrés postraumático severo, han sido algunas de las secuelas de los abusos que sufrió durante tantos años sin saberlo. Ver las pruebas presentadas en el juicio, que incluyen videos y fotografías de las agresiones, ha sido un choque brutal para la víctima, quien ya enfrenta pensamientos suicidas como resultado del trauma.
Dominique Pélicot enfrenta una pena de hasta 20 años de prisión, al igual que los otros 50 acusados, quienes podrían recibir condenas similares dependiendo de su grado de participación. Aunque algunos de los agresores afirman no haber comprendido la magnitud del crimen, los videos y las pruebas dejan claro que Gisèle nunca consintió estos actos.
Así, el veredicto final se espera para diciembre de 2024, mientras Francia sigue atenta al desarrollo de este caso que ha puesto en evidencia las profundas fallas en la protección de las víctimas de violencia sexual.