La fiscalía francesa ha solicitado la pena máxima de 20 años de prisión para Dominique Pelicot, un hombre cuya crueldad ha estremecido al país. Acusado de violar sistemáticamente a su esposa durante más de una década, drogándola para que desconocidos también la abusaran, Pelicot enfrenta un juicio histórico que busca no solo hacer justicia, sino también enviar un mensaje contundente sobre la gravedad de la violencia de género. Según la fiscal Laure Chabaud, los actos cometidos son de una vileza extrema, y la sentencia no solo castiga al principal acusado, sino que marca un punto de inflexión en la lucha contra este tipo de crímenes.
El caso comenzó a desenredarse en 2020, cuando Dominique fue detenido tras ser sorprendido grabando bajo las faldas de mujeres en un supermercado. Al investigar su computador, las autoridades encontraron más de 20,000 archivos visuales de las violaciones perpetradas contra su esposa. Los videos, organizados con meticulosidad en carpetas de nombres obscenos, evidenciaron un crimen meticulosamente planificado: Pelicot reclutaba hombres en internet, a quienes daba instrucciones detalladas para que no despertaran a Gisèle mientras abusaban de ella.
Además, el hallazgo de fotografías de Caroline, su propia hija, desnuda mientras dormía, añadió otra capa de horror. Aunque Dominique negó haber abusado de sus hijos, los indicios de sumisión química generan dudas en su familia, que teme haber sido también víctima de su perversidad.
El proceso judicial sacó a la luz el impacto emocional devastador en los hijos de Pelicot. Caroline, de 45 años, confrontó a su padre en el estrado, exigiendo respuestas sobre las fotografías de ella que encontró en su computador. Su ira fue palpable: “Eres un mentiroso. Te vas a morir mintiendo”. En su libro de 2022, Caroline describió la difícil tarea de cuidar al hombre que convirtió la vida de su madre en una pesadilla. Por su parte, Florian, el menor de los tres, expresó que preferiría no ser hijo biológico de Dominique, aludiendo a una posible infidelidad de su madre en los años 80. Para Florian, una prueba de paternidad podría ser un alivio, una forma de desvincularse de quien considera un monstruo. David, el mayor, lamentó haber perdido su infancia, recordando los momentos felices que ahora percibe como una fachada. Él también descubrió que su esposa fue fotografiada sin consentimiento por Dominique, un hecho que terminó por desintegrar su matrimonio.
El juicio ha sido descrito como un momento clave para la justicia y el feminismo. La fiscalía francesa ha pedido la pena máxima de 20 años de prisión para Pelicot, argumentando que sus crímenes son un ejemplo extremo de violencia de género y abuso de poder. Según la fiscal Laure Chabaud, Pelicot redujo a Gisèle a un “objeto”, eliminando cualquier posibilidad de consentimiento. Sin embargo, este juicio también involucra a 50 hombres más, quienes se enfrentan a penas por violación agravada y agresión sexual. Algunos de los acusados intentaron justificar sus actos, afirmando que creían contar con el consentimiento de Gisèle, pero la evidencia grabada desmiente esas declaraciones.
Por su parte Gisèle Pelicot ha decidido enfrentar públicamente este proceso, convirtiéndose en un símbolo feminista. Su valentía para relatar lo ocurrido busca romper el estigma de las víctimas y arrojar luz sobre un problema que suele ocultarse tras puertas cerradas. El caso no solo aborda la responsabilidad penal, sino que también plantea preguntas sobre las relaciones de poder y género. Como señaló el fiscal Jean-François Mayet, “este juicio sacude a nuestra sociedad y redefine nuestras relaciones más íntimas”.
El veredicto, que se espera para el 20 de diciembre, será un hito en la lucha contra la violencia de género. Pero para los Pelicot, el camino hacia la reconstrucción apenas comienza. Los hijos, nietos y demás familiares enfrentan el desafío de sanar las heridas profundas que dejó el monstruoso hombre que alguna vez llamaron padre.
Mientras la justicia sigue su curso, queda un vacío difícil de llenar para Gisèle y su familia. Según su abogado, este caso no solo exige un castigo ejemplar para los responsables, sino también comprensión de las dinámicas que llevaron a este horror. Tal vez, como dijo Caroline en su libro, el verdadero cambio vendrá cuando el silencio deje de proteger a los agresores y la sociedad exija responsabilidad en todos los niveles.