Aunque «Joker: Folie à Deux» tuvo su estreno en el prestigioso Festival de Venecia, había en el aire un sentimiento de duda respecto al desempeño del filme. A pesar de los desmentidos de su director, Todd Phillips, queda claro que se trata de un musical que cumple con todas las convenciones del género. Sin embargo, la hibridación entre ambos géneros, el musical y el cine de acción, lejos de ser una limitación, me resultaba interesante por su carácter innovador. Sorprendentemente, los mayores problemas del filme no surgen de esa combinación, sino de cuestiones mucho más elementales: la narrativa.
A favor de la película, se puede decir que «Joker: Folie à Deux» cuenta con una fotografía y un diseño de producción impecables. Es un musical «sucio» que se aleja del mundo idílico que muchas cintas del género suelen retratar; y por otra parte, es un film de acción sensible, donde las intervenciones musicales están al servicio de la demencia y el caos emocional de sus personajes. Estos protagonizan una historia de amor bastante clásica, condimentada con momentos de acción, violencia y la frialdad de la prisión.
En cuanto a las actuaciones, Joaquin Phoenix está impecable en su interpretación. Una vez más, logra captar la inestabilidad del personaje de una manera hipnótica, y es precisamente su entrega lo que sostiene al filme en muchos momentos. Por otro lado, Lady Gaga, aunque no lo hace mal, vuelve a encasillarse como cantante esta vez en un papel que parece estar mal planteado desde su concepción y aunque Gaga hace cuanto pueda por rescatarlo de la banalidad, no logra cotrarrestar la falta de visión y profundidad de sus creadores.
El personaje de Harley Quinn, interpretado por Gaga, representa uno de los problemas fundamentales del guion: los personajes diseñados únicamente para servir a la narrativa del protagonista. El personaje de Harley existe exclusivamente para completar el arco narrativo del Joker; es un recurso, un «insumo» dentro de la historia, sin una caracterización profunda ni motivaciones propias. Simplemente quiere al Joker, pero ¿por qué? Esta falta de enfoque en sus deseos y necesidades la convierte en una representación vacía de un rol femenino, sin profundidad ni agencia. Es decepcionante que en un filme que intenta ser subversivo, la representación de la mujer se limite a (spoiler alert!) quedar embarazada o ser el catalizador del cambio del protagonista masculino.
Además, en «Joker: Folie à Deux», el personaje del Joker se convierte en una fantasía masculina tan recurrente como simplista: el «genio loco». Phillips parece estar enamorado de su propio personaje, a quien dedica todo tipo de elogios y favores: (spoiler alert!) el traje del Joker en el juicio es ahora impecable y hecho a la medida, su elocuencia roza lo mesiánico, e incluso sus oponentes le ofrecen ventajas, como cuando inexplicablemente se le permite actuar como su propio abogado en el juicio o cuando el juez se preocupa por que el asesino no presente alegato de defensa. Construir antagonistas que ofrecen tales facilidades al protagonista atenta contra el motor narrativo de la película, y a ratos incluso puede generar antipatía hacia el personaje principal.
En conclusión, «Joker: Folie à Deux» pretende explorar nuevas formas dentro del género de acción, pero se queda corto tanto en su narrativa como en la profundidad con la que aborda las problemáticas planteadas. Aunque tiene momentos rescatables, con Phoenix comprometido en su papel y Lady Gaga dando lo mejor de sí, esto no es suficiente para evitar que la película se convierta en una parodia de sí misma. Si te gustó la primera entrega de «Joker», honestamente, te recomendaría quedarte con ese buen recuerdo.