Cine: Beetlejuice Beetlejuice de Tim Burton, Comentario de la No Estoy Creici

La siguiente nota puede contener spoilers. Al cine con la NoEstoyCreici

El retorno del clásico de Tim Burton, ha sido esperado con expectación, pero también con escepticismo. Y es que siempre se dice que «las segundas partes nunca son buenas». Sin embargo, luego de 36 años desde su primera entrega, Beetlejuice Beetlejuice abrió la pasada edición del Festival de Cine de Venecia con una recepción positiva por parte de la crítica y recaudando 145 millones de dólares en su primer fin de semana en cines, según ComScore.

Sin buscar dar una continuidad inmediata a la primera cinta, la película introduce personajes nuevos, como Astrid Deetz (Jenna Ortega), mantiene a otros como Delia Deetz (la impecable Catherine O’hara), mientras elimina o reinventa a otros. Así, la historia parte con Lydia Deetz (Winona Ryder), ahora convertida en la presentadora de un programa paranormal que vive atormentada por el recuerdo de Beetlejuice, y que comparte su vida con quien es su pareja y a la vez su productor. Por otro lado, algunos personajes han sido eliminados, como la pareja de fantasmas que se hacía cargo de Lydia al final de la primera parte; o su padre, interpretado en la primera película por Jeffrey Jones, quien ha sido eliminado del reparto debido a que el actor pasó a formar parte de la lista de agresores sexuales de EEUU en 2003, y su personaje reinventado como un cadáver al que le falta la mitad superior. Una solución realmente ingeniosa.

Geena Davis y Alec Baldwin fueron los dos grandes ausentes en esta secuela

Ciertamente la trama central está bien definida y fluye con agilidad: Lydia lucha contra sus propios tormentos hasta que se ve forzada a buscar la ayuda de Beetlejuice luego que su hija Astrid se meta en problemas. Sin embargo, la película a veces se dispersa en tramas secundarias que no logran cerrarse de manera satisfactoria. El ejemplo más claro de ello es la subtrama de Delores (Mónica Bellucci), cuyo personaje parece inicialmente destinado a ser clave para el momento en que las líneas narrativas convergen, el clímax de la historia, pero que termina sintiéndose más anecdótico que relevante. Toda una oportunidad perdida, puesto que la construcción de su participación genera expectativas que finalmente no se cumplen. En este apartado cabe mencionar también al detective interpretado por Willem Defoe, que corre una suerte similar.

Por otro lado, un impecable Michael Keaton vuelve a encarnar al carismático Beetlejuice. Y es que los años parecen no haber pasado por él. Claro, está muerto, pero no es solo el maquillaje lo que lo mantiene fresco (o putrefacto), sino también una interpretación que constantemente deja al público queriendo más. Al igual que en la primera entrega, el personaje del fantasma te deja con ganas de verlo más tiempo en pantalla. Aquí es donde Tim Burton ha demostrado sobria maestría, dosificando el encanto de Beetlejuice sin explotarlo innecesariamente.

Winona Ryder y Michael Keaton

Otro de los puntos más destacables es la decisión de restringir el uso de CGI (imágenes generadas por computador), en favor de efectos especiales a la antigua usanza, con decorados reales y marionetas. Esto no solo otorga una materialidad especial al filme y que le emparenta con el cine clásico del que Burton es un citador serial, sino que también consigue otorgar una fisicidad que se siente necesaria para una película que se sirve tanto del tema de la muerte y el cuerpo en su desarrollo. Así, el vestuario, la ambientación y el diseño de los personajes llevan también la marca registrada de Burton, especialmente en las ingeniosas formas de morir que se presentan para los personajes del inframundo, donde ahora Beetlejuice trabaja como funcionario.

De este modo Beetlejuice Beetlejuice logra capturar la magia que hizo especial a la película original, a pesar de algunos tropiezos que no consiguen arruinar la experiencia general. Aunque algunas subtramas prometen más de lo que realmente cumplen, el regreso de Michael Keaton y Winona Ryder, sumado el enfoque visual clásico de Burton hacen que esta secuela valga la pena ser vista. Con actuaciones sólidas, risas retorcidas y un toque de nostalgia, ¿quién necesita mucho más?

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