Bluesky, la red social alternativa que comenzó como un experimento, ha ganado fuerza en medio de un contexto político polarizado. Desde que Donald Trump venciera en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, con el respaldo notorio de Elon Musk, Bluesky ha experimentado un crecimiento notable, atrayendo a figuras públicas, artistas y millones de usuarios que buscan escapar de lo que describen como un entorno tóxico en X, la plataforma antes conocida como Twitter.
El vínculo entre Musk y Trump ha exacerbado el éxodo. La noche electoral, Musk fue reportado junto al expresidente en un gesto que para muchos simbolizó la dirección ideológica de X. La plataforma, criticada por amplificar discursos de odio y teorías conspirativas, perdió rápidamente a usuarios como Jamie Lee Curtis, Barbra Streisand y Guillermo del Toro, quienes encontraron en Bluesky un espacio más seguro y controlado. Medios como The Guardian y The New York Times también abandonaron X, denunciando la falta de regulación frente al contenido dañino.
Bluesky ofrece una propuesta diametralmente opuesta. Construida sobre un protocolo descentralizado conocido como Protocolo AT, permite a los usuarios controlar sus datos, personalizar algoritmos y transferir sus redes a otros servidores si así lo desean. Este enfoque busca proteger a la comunidad de cualquier figura magnate que intente moldear la plataforma en beneficio propio, una crítica constante hacia Musk y su gestión de X. Además, Bluesky se presenta como una Public Benefit Corporation, un modelo que prioriza el bien público junto con la rentabilidad.
El crecimiento de Bluesky no solo ha sido numérico, con casi 17 millones de usuarios desde su apertura al público, sino también cultural. La plataforma se ha convertido en un refugio para quienes rechazan el sesgo político y el contenido extremo. Usuarios destacados han compartido mensajes de bienvenida y guías para facilitar la transición de los recién llegados, mientras los desarrolladores trabajan en herramientas como «feeds» personalizados que diversifican las experiencias según intereses específicos.
A pesar de que aún enfrenta escepticismo, su directora ejecutiva, Jay Graber, confía en que Bluesky puede demostrar el valor de un ecosistema digital más ético y descentralizado. Con una comunidad activa y un modelo sin publicidad que evita la explotación masiva de datos personales, Bluesky se consolida como una alternativa robusta frente al control centralizado de Musk en X. Para muchos, representa no solo una red social, sino un acto de resistencia tecnológica y política.