El 4 de septiembre de 1993 en Valparaíso, la tragedia del incendio en la discotheque Divine marcó un punto de inflexión en la historia de los derechos LGBTIQ+ en Chile. Treinta y un años después, recordamos la noche funesta y las interrogantes que quedaron sin resolver. Y es que el siniestro cobró la vida de 16 personas, aunque algunas fuentes sugieren hasta 23 víctimas fatales. A ello se suman las heridas de una treintena de asistentes, muchos de los cuales evitaron el hospital público para ocultar su orientación sexual temiendo a la profunda discriminación en el contexto nacional.
La discoteca, ubicada en una antigua casona en calle Chacabuco, había ganado notoriedad por su apertura a la diversidad sexual en una sociedad chilena que recién transitaba hacia la democracia. En sus inicios, el local se llamaba Galao, pero más tarde pasó a llamarse Divine, convirtiéndose en un espacio que acogía a personas de diversas clases sociales, edades y orientaciones sexuales. Su público habitual incluía desde jóvenes hasta figuras públicas, en una mezcla única de clandestinidad y liberación en la escena nocturna porteña.
La noche del incendio, el caos fue instantáneo. Pasadas las tres y media de la madrugada, se originó el fuego, supuestamente a causa de un cortocircuito en el sistema eléctrico del local. Las llamas se expandieron rápidamente, alimentadas por los materiales inflamables del lugar, como las alfombras y las redes decorativas que colgaban del techo. El pánico invadió a los 73 asistentes, quienes intentaron escapar por una angosta salida de emergencia que, trágicamente, estaba bloqueada por una cadena y candado. Así, muchos perecieron aplastados o atrapados en el edificio mientras los pisos superiores se derrumbaban bajo el calor del incendio.
El incendio de Divine no fue solo una tragedia en términos humanos; también visibilizó la homofobia latente en Chile durante la década de los 90. A pesar de que las primeras investigaciones concluyeron que la causa había sido una falla eléctrica, hay quienes persisten las dudas sobre un posible atentado homofóbico. Más allá de quienes cuestionan los motivos, diversas organizaciones, como el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), han señalado irregularidades en la investigación judicial y la falta de seriedad con la que se abordaron los testimonios de los sobrevivientes. Y es que según informes del Movilh, algunos testigos fueron maltratados por la policía y obligados a declarar sobre la orientación sexual de las víctimas, en un claro intento por deslegitimar su dolor.
A lo largo de los años, la batalla por la justicia no ha cesado. En 2003, el caso fue reabierto gracias a nuevas evidencias, pero la verdad oficial no cambió, ratificando que el incendio fue causado por una falla eléctrica causada por la negligencia de los dueños del local, quienes no tomaron las medidas de seguridad necesarias. Se determinó que el sistema eléctrico del lugar estaba sobrecargado y mal mantenido, además de haber utilizado materiales altamente inflamables en las remodelaciones. La falta de una salida de emergencia funcional, bloqueada con cadenas y candado, impidió que muchas personas pudieran escapar. A pesar de que los administradores fueron identificados como responsables de cuasidelito de homicidio, no enfrentaron sanciones debido a la prescripción de las penas. Esto, sin embargo, no ha satisfecho a las familias de las víctimas ni a los activistas que continúan exigiendo justicia.
El legado de Divine ha trascendido lo ocurrido aquella fatídica noche. En 2005, se instaló una placa conmemorativa en el lugar donde se alzaba la discoteca, con la frase del escritor Pablo Simonetti: «El fuego encendió nuestro espíritu». Además, cada año se realizan actos en memoria de las víctimas, como ofrendas florales en la bahía y velatones frente al edificio que albergó el centro nocturno. El Movilh ha declarado el 4 de septiembre como el «Día de las minorías sexuales», en honor a quienes perdieron la vida en Divine y a la lucha por los derechos que sigue vigente.
Aunque se han restaurado partes del edificio, los pisos superiores, donde estaba Divine, siguen vacíos, quizás como un recordatorio del vacío de justicia que aún pesa sobre la tragedia. A pesar de las conmemoraciones y los homenajes, para muchos el caso de Divine no ha cerrado; es un símbolo de la discriminación y la negligencia que aún afecta a la comunidad LGBTIQ+ en Chile.
Hoy, a más de tres décadas del siniestro, se sigue exigiendo un reconocimiento público por parte de las autoridades y antiguos administradores del lugar, a quienes se les acusa de haber levantado el «falso mito de un atentado homofóbico» para eludir su responsabilidad. Lo que está claro es que el incendio de Divine no solo destruyó un espacio físico, sino que dejó una profunda cicatriz en la memoria colectiva de quienes buscan vivir en una sociedad más inclusiva y respetuosa.