Buenas Noticias: Polonia revierte su agenda anti-LGBT

En un giro simbólico y político de alto impacto, el ayuntamiento de Lańcut, en el sureste de Polonia, ha derogado la última resolución vigente que proclamaba al municipio como una «zona libre de LGTB». Con esta decisión, se cierra un capítulo marcado por políticas locales que, desde 2019, buscaban excluir la diversidad sexual y de género bajo el argumento de combatir una supuesta “ideología LGTB”.

Durante años, más de cien autoridades locales —inspiradas inicialmente por el municipio de Kraśnik— aprobaron resoluciones que, aunque carecían de efectos legales concretos, operaban como mensajes simbólicos de rechazo. Estas medidas pretendían vetar cualquier forma de «promoción» de identidades disidentes, especialmente en espacios escolares, utilizando una retórica que vinculaba derechos LGTBIQ+ con una amenaza a la familia tradicional.

Ante esta ola discriminatoria, tanto la Unión Europea como organizaciones de derechos humanos reaccionaron con firmeza. En 2021, Bruselas advirtió que tales declaraciones contravenían el artículo 2 del Tratado de la UE, lo que derivó en la suspensión de fondos esenciales para infraestructura, salud y medio ambiente en las regiones involucradas. La presión económica fue contundente: los municipios comenzaron a retractarse.

La justicia polaca también intervino, y en 2022 el Tribunal Supremo Administrativo declaró que estas resoluciones violaban la dignidad y la vida privada de las personas LGTBIQ+, subrayando la obligación del Estado de proteger a todas las ciudadanías, sin distinción.

Finalmente, solo quedaban dos condados con estas políticas activas hasta este año. Debica las derogó en marzo, y Łańcut lo hizo días atrás, después de que se rechazara una solicitud de financiación europea para un proyecto sanitario local, precisamente por mantener esa normativa. Quince concejales votaron a favor de su eliminación.

Según el activista Jakub Gawron, creador del proyecto “Atlas del Odio”, este desenlace representa más que un trámite: es una lección política sobre los costos de ceder ante discursos de odio disfrazados de defensa de valores.

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