La reciente reelección de Donald Trump ha provocado intensas reacciones, especialmente entre las comunidades vulnerables. Trump, conocido por sus opiniones críticas hacia las personas transgénero, ha calificado los derechos trans como parte de una «ideología woke destructiva». Estas declaraciones resuenan profundamente en quienes, como Vivian Jenna Wilson, hija transgénero de Elon Musk, han decidido tomar decisiones radicales ante el panorama político.
En una publicación en Threads, la joven de 20 años expresó: “Lo he pensado mucho tiempo, pero ayer se confirmó. Ya no veo mi futuro en Estados Unidos”. Wilson, quien rompió públicamente la relación con su padre en 2022 tras cambiar su nombre y género, subrayó que aunque Trump sólo pueda estar cuatro años más en el poder, “la gente que conscientemente votó por él no desaparecerá de repente”. De esta manera, dejó claro que su decisión no se basa solo en el impacto inmediato de la presidencia, sino en el apoyo social que sostiene estas políticas.
La relación entre Vivian y Musk es compleja y distante. En entrevistas recientes, la joven lo describió como “indiferente y narcisista”, acusándolo de haberla acosado durante su infancia debido a sus rasgos afeminados. Musk, por su parte, atribuye la ruptura a una “infección ideológica” adquirida en escuelas progresistas y universidades de élite. Incluso ha llegado a afirmar que su hija fue “asesinada por el virus de la mente woke”, posicionándose como un ferviente crítico de las políticas inclusivas relacionadas con la diversidad de género.
En este contexto, el apoyo de Musk a la campaña de Trump no resulta sorprendente. El magnate sudafricano ha donado millones de dólares al proyecto político del expresidente y ha defendido públicamente sus posturas conservadoras. Trump, en reciprocidad, ha insinuado que Musk podría ocupar un cargo en su administración, específicamente en áreas relacionadas con eficiencia gubernamental. Este vínculo político refuerza las diferencias irreconciliables entre padre e hija.
Por su parte, Vivian ha intentado mantener su distancia. En su publicación, explicó que su decisión de abandonar el país no es un acto impulsivo, sino una medida necesaria para preservar su bienestar en un entorno donde siente que sus derechos y seguridad están amenazados. Al mismo tiempo, la joven reconoció que su padre ha sido una figura ausente en su vida y afirmó que no desea estar asociada con él “de ninguna manera o forma”.
Esta historia pone de relieve las divisiones políticas y familiares que emergen en un contexto polarizado. Mientras tanto, para Vivian, el exilio no solo simboliza una ruptura geográfica, sino también un rechazo definitivo a las dinámicas de poder y exclusión que percibe en su entorno cercano y en el país que una vez llamó hogar.