Desde su regreso al poder en Afganistán en 2021, los talibanes han intensificado su control sobre la vida de las mujeres afganas con una serie de restricciones cada vez más estrictas. En este sentido, una de las más recientes e insólitas prohibiciones es que las mujeres no pueden elevar la voz ni siquiera al rezar si otras mujeres pueden escucharla. Según el ministro talibán de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, Mohammad Khalid Hanafi, la voz de una mujer es considerada “awrah” —es decir, algo que debe mantenerse oculto—, aplicándose así la norma de no ser oída en público.
A partir de esta y otras prohibiciones, las mujeres en Afganistán enfrentan limitaciones extremas en casi todos los aspectos de su vida cotidiana. Desde la imposibilidad de asistir a escuelas y universidades hasta la prohibición de trabajar en la mayoría de sectores, estos mandatos han sido señalados internacionalmente como una forma de «apartheid de género». Las voces de protesta y alarma se escuchan dentro y fuera del país, señalando el creciente sufrimiento de las mujeres afganas que ven cada vez más coartadas sus oportunidades de desarrollo y participación en la sociedad.
Además, el derecho al trabajo también ha sido severamente restringido. Las mujeres solo pueden laborar en roles muy específicos, como el sector de salud, aunque bajo una estricta supervisión de la policía de la moral talibana. Incluso, las profesionales que logran mantener sus empleos, como médicas y enfermeras, enfrentan dificultades adicionales, ya que se les impide comunicarse libremente con los familiares masculinos de sus pacientes o interactuar en controles de seguridad sin la presencia de un acompañante masculino.
Por si fuera poco, las restricciones incluyen la prohibición de realizar deportes y de acceder a espacios recreativos como parques y gimnasios, alegando que el acceso femenino vulnera las normas de modestia. Esta limitación, que impide a las mujeres afganas disfrutar de actividades de esparcimiento y ejercicio, contrasta con la breve apertura que lograron en los últimos años previos al retorno talibán, cuando algunas deportistas llegaron a competir a nivel internacional. Hoy, muchas de ellas se encuentran en el exilio.
En definitiva, la situación para las mujeres en Afganistán se caracteriza por una pérdida casi total de derechos, un retorno a la invisibilidad y el silencio impuestos por el régimen talibán. La comunidad internacional, incluidas figuras públicas y organizaciones de derechos humanos, ha condenado enérgicamente esta regresión, calificando las políticas talibanas de opresivas e inhumanas, y subrayando la necesidad urgente de visibilizar y actuar en favor de las mujeres afganas.