Pedro Lemebel, emblemático cronista y voz de las disidencias sexuales en Chile, tenía una visión particular sobre las Fiestas Patrias. En una entrevista de 2005, recordó un «18» de su infancia, donde relató haber conocido a Violeta Parra en una fonda en el estadio San Miguel. No obstante, su mirada hacia el 18 de septiembre no se reducía a la nostalgia, sino que incluía una crítica social y política.
Para Lemebel, la festividad era una oportunidad para que la gente más sencilla, que ha sufrido tanto, pudiera disfrutar. En sus propias palabras:
«La gente merece celebrar, porque este país no tiene carnaval. La gente se merece comer su pedazo de carne, a mí eso me encanta, las poblaciones, esas humaredas en los patios, ese olor a asado. Si bien es cierto yo no tengo mucho que ver con los nacionalismos. La bandera dejó de emocionarme en la dictadura, lo mismo la canción nacional. No tengo nada que ver con eso, pero sí me gusta ver a la gente pobre y sencilla feliz. Porque este país ha sufrido mucho. En ese sentido esta fiesta me causa ese placer. Nada más. El resto hay que tomárselo y comérselo»
Así, Lemebel resignificaba el sentido del 18 de septiembre. Para él, no se trataba de una celebración del patriotismo, sino de una pausa en la vida cotidiana de quienes sufren las desigualdades del país. La fiesta se convertía en un espacio para ver a los marginados ser felices, aunque fuera solo por un instante. De esta forma, Lemebel mezclaba su crítica a los símbolos nacionales con su empatía hacia la gente común, transformando las Fiestas Patrias en un reflejo de las complejidades sociales de Chile.