Descubierto en 1963 por José María Soler en la Rambla del Panadero y resguardado hoy en el Museo de Villena en España, el Tesoro de Villena se erige como uno de los hallazgos más deslumbrantes de la Edad del Bronce en Europa. Sin embargo, recientes investigaciones han revelado que dos de sus piezas, corroídas por el tiempo, podrían ser las joyas más valiosas del conjunto.
Dirigidos por Salvador Rovira-Llorens, exjefe de conservación del Museo Arqueológico Nacional de España, un equipo de investigadores descubrió que un brazalete y una semiesfera hueca, adornadas con oro, no están hechas de cualquier metal terrestre, sino de hierro de origen meteorítico. Este hallazgo, publicado en Trabajos de Prehistoria, sugiere que las técnicas metalúrgicas de la península ibérica hace más de 3.000 años eran sorprendentemente avanzadas.
Así, el debate científico en torno al Tesoro de Villena ha sido intenso, especialmente respecto a la cronología exacta de sus 66 objetos. Particularmente, la semiesfera hueca y una pulsera con forma de torques, ambas con un aspecto ferroso, han desconcertado a los arqueólogos. Sin embargo, la nueva investigación ha demostrado que estas piezas fueron creadas en la Edad del Bronce Tardío con hierro de origen extraterrestre.
Para confirmar la procedencia extraterrestre del hierro, los investigadores realizaron análisis en el laboratorio Curt-Engelhorn-Zentrum Archäometrie de Alemania. Así, a pesar del alto grado de corrosión, se encontró una proporción de níquel del 5,5% en la semiesfera y del 2,8% en la pulsera, lo que apoya la teoría de su origen meteorítico.
«Estas dos piezas de hierro tenían un enorme valor. Por ello, fueron consideradas dignas de formar parte de este espectacular conjunto con numerosos y delicados objetos de oro y de un hierro muy especial. Quién los fabricó y de dónde se obtuvo este material son preguntas que aún quedan por responder», aseguró Ignacio Montero Ruiz del Instituto de Historia del CSIC.
Este hallazgo no solo subraya la importancia del Tesoro de Villena, sino que también abre nuevas perspectivas sobre el conocimiento y la tecnología de las civilizaciones antiguas en la Península Ibérica. Sin duda, el misterio de estos objetos de hierro meteorítico continuará fascinando a investigadores y entusiastas de la arqueología por igual.