El impacto de 15 años de Grindr en las comunidades gays y la cultura de las citas ha sido profundo. Desde su lanzamiento en 2009, Grindr ha sido tanto una bendición como una maldición. Antes, las conexiones gay se limitaban a anuncios clasificados, líneas telefónicas, foros e incluso un antecesor de la aplicación, el sitio web ManHunt. Pero Grindr cambió el juego al ofrecer una forma fácil, portable y rápida de conectar. Por otro lado, su ascenso coincidió con el declive de los bares gay, generando debates sobre si «Grindr mató al bar gay» en algunos países y, aunque algunos le culpan por el cierre de espacios gay, los expertos argumentan que factores como la planificación urbana y los ciclos económicos son más influyentes.
Para muchos, Grindr fue su primera introducción al mundo gay, especialmente en áreas sin una comunidad gay activa. Pero la aplicación también ha sido criticada por fomentar la objetificación y el racismo. Perfiles con exclusiones como «no gordos, no afeminados, no asiáticos» son comunes. A pesar de los esfuerzos por abordar estas preocupaciones, Grindr sigue siendo una plataforma donde la imagen y la apariencia son moneda corriente.
Aunque Grindr opera en 190 países, enfrenta desafíos en naciones donde la homosexualidad es ilegal. Para muchos en estos lugares, Grindr es un salvavidas, una forma crucial de conectarse con otros de manera segura. Pero también enfrentan riesgos, desde perfiles falsos de la policía hasta persecución real. Incluso en Chile, el lamentable caso de Ariel Millar pone de manifiesto el peligro que acecha en una sociedad altamente homofóbica.
Transformado en un Marketplace, la llegada de personas heterosexuales y la venta de drogas, Grindr intenta adaptarse, pero la pregunta sigue siendo la misma ¿Puede Grindr seguir ofreciendo un lugar seguro para las disidencias sexuales? La respuesta solo la dará el tiempo.